CHARCOS DE LUZ
¿Quién cuenta todavía, en el doble sentido de la palabra?, ¿Un hombre en particular o un tipo de hombre?, Y qué cuenta, cuál de sus experiencias es transmisible, cuál admirable?. Parte de la respuesta se encuentra en los viajes, en las exploraciones, las aventuras. Parte de ellas las encontré en Natales y puerto Prat. Allí se conoce a un vecino y este puede aparecer todavía con un plato de sopaipillas de regalo para los niños y ello en el marco de uno de los paisajes más bellos de la región, por semi urbano, cómodo y enclavado en medio de la naturaleza. Se puede gozar de las grandes ausencias civilizadas, de luz, de gas y sobre todo comunicaciones. Para mi Puerto Prat es la Ciudad de los Césares. Descanso de náufragos, viaje mítico frente a la isla de los muertos.
De vuelta de Puerto Prat paso al huerto de la señora Coliboro, amable y orgullosa de su trabajo me enseña frutos extraños para la región, melones ya maduros cuya semilla le enviara un israelí tiempo atrás y que prosperan gordos y olorosos en tierra de paz. La albahaca es una gloria para el olfato, los tomates saben. Es hora de preparar ensalada de tomates, queso de oveja y albahaca. Ambrosía natalina. Pero las frutillas, esas son hermosas, un poco uniformes tal vez: extraño las deformes y olorosísimas frutillas de las quintas, previas a la explosión agrícola magallánica. Ando en busca de la cepa pérdida. Lothar Blunk vive cerca. ¡No sabe cuanto de bueno le debemos!.
Viajar con Conrado Alvarez es otra aventura del conocer, mediada por su experiencia. Me reservo por un momento sus historias. Viajar por el canal Santa María, donde supuestamente se rompió la gran barrera de hielo que represaba el Lago Ultima Esperanza hace 10.000 años atrás, es revivir las viejas corrientes que parecen ríos y no un mar. Qué emocionante es estar por primera vez en este lugar del cual nos hablara por primera vez nuestro amigo en común el geólogo Chuck Stern. Conrado le enseñó las peores palabras hace décadas atrás y Chuck se las repetía a grito pelado cuando se reencontraron en el barco. ¡Cállate Chuck que tengo pasajeros!, le decía Conrado compungido.
Viajamos a 10 nudos pero avanzamos a 4 ó 5 tal es la fuerza del lugar. Pululan lobos marinos en esa fiesta correntosa y pequeñas toninas, ¡qué lugar más hermoso y terrible a la vez!. Conrado señala que si se para el motor es naufragio seguro. Habíamos pasado recientemente, a las 06:30 de la mañana, una réplica baja, pero no menos hermosa de las Torres del Paine, son el Grupo La Paz, dice, llamada la Rata por lo alacalufes, sigue señalando, mientras dobla la caña suavemente. Me alcanza un mate con punta (ginebra de 40º) él viene navegando toda la noche, yo apenas me levanto, estaré cocido en media hora.
David aparece, se despereza. Es un gran maestro del paisaje desde la Geología. Nos cuenta que en la noche vio en la proa jugar a una tonina y que en plena noche brillaba esplendorosa. Conrado cuenta que se debe a unos pequeños organismos fosforescentes que se activan con el movimiento. Que los veía de noche cuando calaban la red en la isla Barros Arana, isla que era de su abuelo y que reclama nuevamente ahora, y que sin duda se merece.
Cuando niño vio pasar los róbalos iluminados como cohetes y una estampida de luces a su paso, y en la punta de los remos hermosos charcos de luz en el agua nocturna. ¿Tendría algo más esa maldita ginebra?.
texto de Alfredo Prieto